Escultura.
Esta manifestación de la cultura no adquiere personalidad propia hasta la llegada del barroco y la región de Flandes tuvo un lugar destacado en el panorama escultórico de Canarias, al igual que influyeron otras tierras del Viejo Continente.
Al comienzo las principales obras partieron de la madera y el cedro, por su textura, devino entre los más empleados, sobre todo para las creaciones vinculadas con la iglesia, erigida como la mayor consumidora.
La escultura no llegó a alcanzar las dimensiones, digamos, de la pintura, pero ocupa un lugar prominente en el amplio espectro cultural del archipiélago canario, sobre todo por el valor histórico que propicia su desarrollo propiamente dicho.
Obras de mayor o menor trascendencia pueden ser apreciadas en cualquier lugar de las islas y ello es posible gracias a la proliferación de buenos artistas impregnados de las más variadas tendencias cuyas producciones tienen variados destinos porque van desde la exclusiva burguesía nacional hasta aquellas fue tienen como fin enriqueces los intereses espirituales de quienes las admiran en museos, plazas, parques…